17 de septiembre: Día mundial del donante de médula ósea y cordón umbilical
Habíamos hecho ocho meses de tratamiento en el hospital Solca de Quito, cuando el doctor, acertadamente, me dijo: –no está dando resultado el tratamiento con quimioterapia, su médula no entra en remisión totalmente, tiene un porcentaje de EMR (enfermedad mínima residual) lo que indica, que Belén necesitará un transplante de médula y como no se lo hace aquí, debes estar dispuesta a irte a otro país con ella. Mis ojos se abrieron como un par de platos, un nudo en la garganta no me dejó hablar de inmediato y en cuestión de segundos, pasaban en mi mente, imágenes de mi Isaac, mis padres, mi entorno, mi vida… Sin embargo, poco tiempo tienes, para quedarte en el impacto o pensamientos nostálgicos. A los pocos días, hicieron los exámenes de compatibilidad de médula a los tres: a Isaac, a su padre y a mí; ¡ninguno resultó compatible! Los padres tenemos menos posibilidades que los hermanos. ¿Qué hacer ahora sin un donante para mi Belén?, ¿cómo darle una oportunidad más para que viva y se cure? No sé cómo pude mirarla con serenidad, mientras se destrozaba mi corazón con estas preguntas.
Empecé a buscar por internet y recorrí el mundo con cartas y contactos en fundaciones; una de Brasil ofrecía buscar el donante pero yo tenía que pagar el transplante, que hacia el 2004, oscilaba entre 100 000 dólares; en otra de Estados Unidos, nos ofrecían el transplante y buscar el donante pero yo tenía que buscar dónde y cómo vivir en ese país; en Portugal me ofrecían un albergue para vivir y el transplante pero yo debía llevar el donante. Y de Francia, Canadá y Alemania nunca recibí respuesta, quizá no sabían español y por eso no hicieron el esfuerzo de traducir mi angustiante pedido. En fin, la búsqueda no estaba resultando nada fácil. Los días pasaban y mi primera oración del día era: “Dios, por favor que no recaiga hoy, te lo ruego, no te pido un milagro, solo dame fuerzas y tiempo para buscarle una opción, por favor, por favor”. (El médico había indicado que era importante que permanezca en remisión, es decir, sin blastos en la médula, porque un transplante no se hace si la médula está enferma o invadida por células malignas).
Una mañana, mientras yo seguía en mi búsqueda cibernética, apareció desde el fondo del pasillo del hospital, un señor vestido de negro, con frascos de muestras de sangre en la mano, papeles y paquetes y un semblante sonriente. Él fue el milagro que no pedí, él fue la opción que busqué y busqué por fuera del país pero estaba ahí, frente a mí. En unos meses me preparé para irme con mi Belén a España. La Fundación Española de Lucha contra le Leucemia tenía un convenio con Fanac de Quito y lograron arreglar nuestra salida. No cuento cómo nos fuimos porque es tema de otro largo relato y en éste quiero darle importancia a esos héroes anónimos que no saben que nos devuelven la vida y que no pueden ver la felicidad que uno siente cuando te dicen: “encontramos un donante de médula ósea y cordón umbilical para tu nena”.
En España se concentra el banco europeo de donantes de médula ósea, células madre y cordón umbilical. Pero ¿cómo se alimenta? Con muchos donantes voluntarios que entregan su sangre y con las mujeres que al dar a luz, entregan su placenta y cordón umbilical y el hospital los congela en el banco.
Pasamos 8 meses en Murcia, recibiendo quimioterapias de altas dosis y un protocolo (tipo de tratamiento) distinto al de Ecuador hasta confirmar que realmente necesitaba un transplante y solo entonces, nos enviaron a Barcelona. Una vez ahí, la sostenían con quimioterapia de rescate y radioterapia para evitar una recaída, hasta que una mañana milagrosa, en consulta externa la doctora tratante me dijo: –Pilar, hemos encontrado dos opciones para tu Belén. ¡Ya podemos hacer el transplante! Mis ojos habrán brillado más que cualquier estrella ese día, mi sonrisa habrá sido más amplia que todo el continente, mis manos se habrán abierto más que un par de alas de mariposa, no conseguía sentirlo, pero ¡era verdad! y yo quería conocerlo, saber quién es, decirle que le debo mi vida y la de mi hija, que estaré agradecida toda la vida; pero, no se puede por políticas del tratamiento y del hospital. Por eso hoy, donde quiera que esté el donante de cordón umbilical de mi hija, su alma gemela; que a estas alturas debe tener unos 17 años, porque tenía la edad de mi Belén, de nacionalidad australiana, del mismo peso que ella, nacido el mismo mes, con el 98% de compatibilidad de su médula y la única diferencia que él era un niño. ¿Cómo lo sé? porque el día que la doctora me dio la noticia, me envío a que yo misma retirara el expediente del donante y de todo el paquete de información médica, esto fue lo único que entendí pero no necesité más, supe lo más importante y supo mi corazón que ese día, nos devolvían la vida. Que el cielo recompense a este ser y a todos los donantes de médula ósea porque son los creadores de una nueva oportunidad para vivir. Si puedes, dona sangre, dona tu médula ósea, alguien en alguna parte del mundo estará agradecido de por vida!